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FLORES Y ESPINAS.

A la rosa que me diste,
morena del alma mía,
se le secaron las hojas
y aún le quedan las espinas.

Arroyo limpio y sereno
que vas corriendo hacia el mar;
aunque son dulces tus aguas
amargas se volverán.

No irá cual todo mi cuerpo
ante Dios el día del juicio,
pues mi alma se marcha [al] [tuyo]
en vez de volverse al mío.

Soy tan pobre, niña mía,
que para mirarme el rostro
no tendré nunca otro espejo
que el espejo de tus ojos.


LOS DOS ENAMORADOS.

Te vengo a ver, jovencita,
si seguimos la cuestión,
o la dejamos los dos
que por allí andan diciendo:

Que abandone a las mujeres
que les haga un cariñito
y las deje así no más:
este consejo me dio [un] [amigo]